Estamos ante una nube de testigos (Hb 12, 1-4)
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Por consiguiente, también nosotros, que estamos rodeados de una nube tan
grande de testigos, sacudámonos todo lastre y el pecado que nos asedia,
y continuemos corriendo con perseverancia la carrera emprendida: 2
fijos los ojos en Jesús, iniciador y consumador de la fe, que,
despreciando la ignominia, soportó la cruz en lugar del gozo que se le
proponía, y está sentado a la diestra del trono de Dios. 3 Por eso,
pensad atentamente en aquel que soportó tanta contradicción por parte de
los pecadores, para que no desfallezcáis ni decaiga vuestro ánimo. 4 No
habéis resistido todavía hasta la sangre al combatir contra el pecado.
La
«nube de testigos» (v. 1) y la referencia a Cristo como «iniciador y
consumador» (literalmente, «perfeccionador») enlaza con el pasaje
anterior (cfr 11,4-38.40). El modelo y el fundamento de la
perseverancia, a la que se aludía en 10,36, es Cristo. Él es ejem-plo
perfecto de obediencia, de fidelidad a su misión, de unión con el Padre,
de paciencia en el sufrimiento. Cristo es presentado como un atleta
fuerte y generoso que corre su carrera (cfr 1 Co 9,24; Flp 2,16; 1 Tm
6,12; 2 Tm 2,5), que sabe iniciar y sabe terminar su esfuerzo, que no
desfallece y consigue el triunfo. Los cristianos debemos vivir de la
misma manera. Es como oír de nuevo las palabras de Flp 2,5-9: «Tened
entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús...». Su
ejemplo alienta a superar el desprecio y recuerda que el cristiano no se
puede extrañar si, en lugar del triunfo y del gozo, encuentra
humilla-ciones y hostilidad (cfr Mt 10,24-25; Jn 15,20). «¿Qué te enseña
Cristo desde lo alto de la Cruz, de la que no quiso bajar, sino que te
armes de valor ante los que te insultan y seas fuerte con la fuerza de
Dios?» (S. Agustín, Enarrationes in Psalmos 70,1).
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